Ya no fue posible. He querido consecuentarle su infierno, no porque lo apoye o crea que le convenga, sino por aceptación. Mientras lo he tenido cerca no me permite estar dentro, pero ha procurado hacerme creer que tampoco estoy fuera. Como en función teatral.
Sólo he podido aclararle que para mi no es sombra, mas no me atreví a confesarle que para mi en realidad es luz... y es que es el brillo más titeresco que he conocido. Tenía disposición para mimetizarme con su luz enfermiza a pesar de mi ansiedad por no entenderla, porque la creí autónoma.
Ahora sólo me queda hipostasearme en los recuerdos de lo que evidentemente fueron momentos más intensos para mí mientras que para él sólo representó alguien más que lo quiso y quiso creer en él. Sea todo esto mi castigo a mi falsedad sentimental, a mi ignorancia de la alquimia y de los títeres...
Tiempo después decidí vulgarizar la palabra mímesis, finalmente es una búsqueda tan común que aplica para todos. Osmosis y simbiósis se me perfilan hoy más interesantes, pues son de rigor biológico y refieren asombrosamente la actitud de la comunidad humana.
Cuando decidí alejarme, no imaginé que yo seguiría queriendo hacer acto de presencia en su vida de alguna manera. No ha sido nada osado aún ni creo que llegue a serlo. Se trata de un oportunismo que ha surgido de los eventos de mi propia vida tan cotidianos como ir en el transporte colectivo y que su nombre cruce de nuevo mi mente. De su vida se muy poco ahora.
Que si es enfermizo, no lo sé, me parecería muy arrogante presentarme como tal aquí. Estoy pensando que el maneje la incertidumbre mejor que antes; lo que es seguro es que sí la maneja mejor que yo, rasgo común a casi todos los que me rodean. Me late el corazín mís rápido y me siento sofocar.
Mi amiga de confianza está sentada a un lado mío. Ella está algo desconcertada y supongo por su semblante que preferiría descalificar estas reacciones. En ese momento me doy cuenta que cubrirme en mi nombre no es una opción, utilizar otro mucho menos, sino un concepto o expresión (o dejarlo todo así que tampoco es mi estilo):
VOLUPTAS DOLENDI. Yo no sé latín, pero aprendí un par de cosas de un profesor que por cierto es un tocayo admirable. Vengo cargando con esas palabras desde hace años y han sido casi un teorema a priori sobre y para algunas almas. Aunque así me he identificado fuera de mi por primera vez, he tenido el presentimiento de que con él seré un buen conjunto para definir lo que la expresión quiere decir.
Vengo pensando en la vanalidad mía, al cabo que creo que no soy satisfactorio a la visualidad del mundo y entonces me responde que él "lo llamaría histeria". Me siento herido, pero he decidido manejar esto más flemático que colérico. Un debate de conceptos ha empezado.
Cualquier cosa. Por partes, juntas. Qué más da, lo que he intentado desde que lo conozco es que él sienta mi corazón en el suyo y poner su respuesta en el mío. Sin embargo, veo que su paciencia comienza a desesperarse. Contemplo el riesgo de que tome todo a insulto, pero me he tranquilizao al pensar que "está acostumbrado a recibir la bondad de los extraños", como dijo una vez. Toma la actitud de tenérselo muy sobrado y que no puede tomar todo esto sino como un halago.
Mis palabras fueron un saludo espiritual que al aire captó como un acertijo vulgar. Era mi iteración psicótica más amada. Sin crédito. Y es que el saldo expiraba como mi fortaleza. Había entrado a casa determinando no agazaparme como siempre. Sopesé que leerá amor en aquellas palabras. Esa diversificación casi no preciosa de la memoria resulta hoy un excelente somnífero. Me alisto para acostarme, pero me hago creer que mucha gente querría localizarme sobremanera en un sábado por la noche, cuando eso simplemente dejó de ocurrir. Cierta angustia.
Me calló con Thomas Mann: Un espíritu sin cuerpo es casi tan vulgar como un cuerpo sin espíritu. Toda la agesividad en el guante blanco de un grande. No sé qué lectura podía hacerse de una respuesta a tal altura. Empecé a contar como lo haría Victor Ward, esperando que al decir "tres" realmente se suceda la acción. No son tanto ya las palabras, sino la estrategia. Acidez estomacal y una molestia en el pecho.
Necedad es no valorar una cosa por no poder ver otra. Observo entonces que mi complacencia en el dolor no es tan masoquista como una vez imaginé (el desear mantener vivo un asunto, una amistad, un amor más allá de las eventualidades y estos se hacen con la satisfacción de reiterar autenticidad y verdad), sino que es tener respuestas a las exploraciones que me he propiciado.
Dormir un poco pueda ser...