domingo, 15 de agosto de 2010

Bicentenario significa 200 años

Los Honores a la Bandera, como acto cívico inspirado en los conflictos bélicos del siglo XIX y la definición de México como un Estado-Nación, son realizados por los alumnos de educación básica tanto en planteles públicos como privados, sin que la mayoría de los educandos conozcan las raíces históricas del evento; en el mejor de los casos si conocen esos motivos, no comprenden su sentido ni encadenan la conmemoración de aquel pasado con la realidad del país en el siglo XXI.
Manos en los bolsillos, cuerpos torcidos, entonación desganada, escoltas maltrechas, son sólo una pequeña muestra del sinsentido con que llevan a cabo el acto. Si no corrigen tal comportamiento bajo la mirada escrutadora de profesores y directores, entonces lo hacen bajo la amenaza de que sus calificaciones se verán comprometidas. Fuera del juego infantil o el capricho adolescente que puede reflejarse, su actitud puede validarse en la falta de un nacionalismo maduro, seguro y palpable en la realidad que nos rodea del que puedan echar mano y que realmente los inspire a conducirse de otra manera ahí y fuera de la escuela.


En la opinión de algunos países, el nacionalismo resulta de mal gusto y anacrónico, incluso peligroso por consecuentes actitudes patrióticas en algunos ciudadanos como puede ser el racismo y sobre todo la xenofobia, obnubilados por su presunta superioridad. La mayoría de estos países son europeos. Son naciones que reconocen que su estigma nacionalista proviene de la Primera y aún más de la Segunda  Guerra Mundial, pero que tampoco han necesitado más el nacionalismo para ser grandes naciones. 

Los países nacionalistas del presente que no se sienten incómodos de serlo, son aquellos que o son una hegemonía o por lo menos pertenecen al llamado primer mundo: su nacionalismo tiene bases en la superioridad económica y en su desarrollo social; o son justamente lo contrario, países subdesarrollados de economías evidentemente inestables y con un desarrollo social muy cuestionable, los cuales recurren a la historia patria y a la memoria festiva, como es el caso de los países latinoamericanos. No es lo mismo contar con una historia de bronce que regodearse indefinidamente en ella, vivir de glorias pasadas y con ello pretender enfrentar los problemas actuales.


Nuestro nacionalismo ha envejecido, su sustento viene principalmente del siglo XIX, algo del XX. El Bicentenario es más que propaganda de las televisoras para enaltecer al pueblo y publicidad de todo tipo de empresas que utilizan este concepto con fines de lucro, bicentenario es en su significado más llano "doscientos años". Con esta edad, el país ya no debería cocerse al primer hervor como dice el dicho. En la realidad presente existen muy pocas pruebas que respalden tal orgullo, descontando el circo que se construye a partir de los encuentros de la Selección Mexicana en el Mundial de futbol donde las mismas emociones y decepciones se repiten cada cuatro años. No es ninguna casualidad que ese deporte, la Iniciativa México y el Bicentenario cronológico del país estén degenerando en un nacionalismo mediático y virtual en 2010, porque no hay más. ¿Qué nos dice ahora un "Saludar, ¡ya!" un "Firmes, ¡ya!", marcar el paso y entonar el himno nacional?

1 comentario:

  1. Me gustó el término "nacionalismo virtual". Yo le he llamado falso nacionalismo a este fenómeno.

    En este país creemos que "irle" a la selección mexicana de fútbol, ponerse un sombrero, comer pozole, pintarse de tres colores y gritar "Viva México" en septiembre, nos hace nacionalistas. Sin embargo, aquí casi nadie hace por el país, todos ven por sí mismos, somos una sociedad egoísta: todos tienen la culpa, menos uno mismo. Nadie está dispuesto a dar ni lo más esencial: respeto por el espacio, ceder el paso, separar la basura, planta un árbol, votar inteligentemente...

    Efectivamente, "Firmes, ¡ya!" y "Saludar, ¡ya!" no nos dice nada, mucho menos a las nuevas generaciones cada vez más desencantadas con la situación actual de este país.

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